domingo, 15 de septiembre de 2013

Las Crónicas del Mago 3

CRÓNICAS DEL MAGO 3
por Luis García

(flecha metafórica hacia el futuro)



HOMENAJE A TORO SENTADO

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua».

"Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último
río envenenado, y el último pez atrapado, nos
daremos cuenta de que el dinero no se puede comer."


Persiste el fenómeno de la invisibilidad en esta recta final de agosto.
Ya no es la niebla con la que Afrodita protegió a Paris de la furia de Menelao.
Es el propio vestido de la diosa con el que salvó a su hijo Eneas, el que me hace invisible.

Reflexionando un poco, se trata de un hecho gracias al cual esta realidad existe.
Si Diomedes no hubiera tropezado con el vestido de la diosa, Eneas no habría podido conducir la expedición que tras la caída de Troya fundó la ciudad de Roma, germen del imperio en cuya sociedad de esclavos triunfó el cristianismo, no para convertirlos en hombres libres sino en siervos de sus sucesivos señores y eternos pecadores necesitados de arrepentimiento y perdón.

Y así estamos ahora, esperando la ciudad nueva “que descenderá del cielo, ataviada como una esposa para su marido” (Apo XXI, 2) en la que “no habrá ya muerte ni llanto ni gritos ni dolor porque el mundo viejo habrá pasado” (Apo XXI, 4) y donde “no habrá máss noche, ni necesidad de luz de lámparas ni de luz de sol porque el Espíritu los alumbrará” (Apo XXII, 5).

Mientras, los movimientos ultra racionalistas asociados al neoliberalismo, como la neurociencia, se encargan de sostener con su ideología positivista el régimen mundial que busca convertirnos a todos en esclavos felices a su servicio, con un pensamiento ya pensado que no se cuestione nada de lo que ocurre:

Miles de muertos y miles de detenidos por el ejército golpista en Egipto mientras las “supuestas” democracias a duras penas disimulan su satisfacción, ataques químicos en Siria en una guerra que a todos les viene bien, vertidos masivos de agua radioactiva al mar en Fukushima, el cáncer de la corrupción aflorando en todos los niveles… pero tranquilos, aquí no pasa nada, y además, “cuanto menos te enteres más disfrutarás".

Sumido en estas reflexiones estaba cuando apareció Uxío con una copia de las dos primeras crónicas del mago, un lector normal de mis libros de magia que los profesionales no entienden, unos porque no pueden y otros porque no quieren.

Uxío, que en esta realidad no puede andar, tiene la convicción que en una vida anterior fue el gran jefe “Toro Sentado” (Tatanka Iyotanka, el Búfalo que se Sienta), un líder espiritual y estratega militar que consiguió la alianza de varios jefes sioux y cheyenes, tras la profanación por los blancos de las Colinas Negras, las tierras sagradas donde descansaban sus antepasados.

Los indios se encontraban reunidos en un gigantesco campamento en Little Big Horn, cuando, el 25 de junio de 1876, fueron atacados por el séptimo regimiento de caballería al mando del general Custer.

Comandados por Toro Sentado, respondieron con tanta energía como ferocidad, y tras aislar a las diversas unidades de caballería, las aniquilaron.

Victoria efímera de un gran guerrero porque el genocidio del pueblo indio ya estaba decidido y se consumaba poco después.

Estos son los pueblos primitivos que la ideología racionalista considera inferiores en ese delirio en el que la corrupta civilización del dios Dinero está puesta en la cima de la evolución, cuando la realidad es que representa lo mas hondo de la degradación humana.

"Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último
río envenenado, y el último pez atrapado, nos
daremos cuenta de que el dinero no se puede comer."
(Toro Sentado)

Toda la civilización occidental está construida sobre un enorme basurero, y toda su opulencia, basada en el expolio de los “pueblos primitivos”, se derrumbará sobre él.
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Cuando Rosalía se despide de su tierra, lo hace en primer lugar de los dos ríos de Santiago:

adiós, Sar e Sarela, cubertos de enramada”
y vuelven a ser los dos ríos su primera referencia en un hipotético regreso
Cando volver, se volvo, todo estará onde estaba;
os mesmos montes negros i as mesmas alboradas,

do Sar e do Sarela mirándose nas augas”

El fervor institucional hacia la figura de Rosalía pensé que se traduciría en un respeto hacia sus ríos míticos, como en Salamanca lo tienen hacia el Tormes, convertido en un enorme parque a lo largo de toda la ciudad.

Nada más lejos de la realidad.

Fue inútil intentar localizar el nacimiento del Sar en las colinas de San Marcos, donde se encuentra el Monte do Gozo, reclamo propagandístico para peregrinos ignorantes que a día de hoy es ya una ruina.

Fue inútil intentar seguir el cauce desde el estadio de San Lázaro hasta la aldea del Viso, en esa extensa zona muerta entre la autopista, el ferrocarril y la avenida de circunvalación. Una vieja carretera abandonada acaba en un camino que da al cauce y ya no se puede seguir, a no ser entrando al río, todo lleno de basura y desolación.

Fue inútil intentar llegar hasta la Colegiata de Sar desde el Multiusos siguiendo el curso del río, que aquí discurre entre la Ciudad de la Cultura, engendro impensable para Rosalía y Belvis, “para min sempre o das fondas lembranzas”.

Pero el mie 21 Ago, en homenaje a Uxío, decidí hacer ese tramo imposible. Hacer algo imposible, por definición, es hacer una magia, que sin duda Uxío sabrá apreciar.
Llegué al aparcamiento del gimnasio una hora antes de mis clases de entrenamiento con Eloy. Me descalcé, única forma de conseguir el objetivo, y me llevé la cámara para definir los lugares y recorrerlos posteriormente con mi amigo:



Del aparcamiento parte una estrecha carretera (Lugar 2) flanqueda por una frondosa vegetación, que bordea un prado (Lugar 3) en el que pacen tranquilamente dos vacas y cuyo extremo linda con el cauce del río Sar.

La carretera cruza el río por un puente (Lugar4) que da a una pequeña aldea (Lugar 5) y después sigue hasta un túnel peatonal que cruza el Ferrocarril de la Muerte y la avenida de circunvalación de la ciudad, saliendo a los muros de Belvís.

En este puente sobre el río Sar, huele fatal porque, aunque parezca increíble, hay un vertedero de las aguas residuales de la aldea que va directamente al río. Pero tranquilos. Más grave es el que da al rio Corvo, entre el Parque de la Música y el de Vista Alegre, en plena ciudad, a cinco minutos de la Catedral, y aquí no pasa nada.

De Puente Sucio parte un camino “ruleiro” (Lugar 6) por la margen derecha rio abajo, entre el cauce y las fincas particulares de Aldea Fea. Cuando la enramada se abre a la derecha se pueden ver las torres de Belvís, rodeadas de bosques, por encima del Ferrocarril de la Muerte, todo un símbolo del disparate, de la soberbia y del dinero fácil, que no se gasta en donde hace falta y se disipa en corrupciones varias. Ahora empieza a saberse lo que muchos sabíamos desde el principio. La culpa no fue solo del pobre maquinista, una víctima más de un trazado nefasto.




La tupida enramada no permite ver el monte del lado izquierdo, en cuya cima se elevan los edificios de la Ciudad de la Cultura, un complejo que ya es una ruina antes de acabar su construcción, como esas urbanizaciones fantasma que quedaron a medio construir testigos mudos de una locura cuyas consecuencias todavía no somos capaces de imaginar.

Suena el agua de fuentes laterales y la enramada se espesa (Lugar 7). Este camino curvilíneo es encantador, las yedras cubren el tronco de los árboles, el camino se abre, hay un prado y unos metros después… se acaba el camino. Habría que usar un machete para abrirse paso.
Poco antes del prado final hay un desvío a la izquierda que da directamente al cauce (Lugar 8). La única opción para seguir avanzando es meterse dentro.

Las enramadas a ambos lados del río se cierran formando un túnel impenetrable, fuera del tiempo y de toda referencia exterior. Hace mil años estaba así y dentro de mil años, si la humanidad sobrevive, seguirá así, cubierto de enramadas impenetrables.

Hay que avanzar con cuidado porque el cauce es pedregoso y muy irregular (Lugar 9). Al cabo de un rato aparece como una luz lejana al fondo, anunciando la salida del túnel.




Hay unas rocas en la margen izquierda (Lugar 10) que permiten avanzar fuera del cauce, más cómodamente. La luz del final del túnel se hace más intensa. Suenan las campanas de la colegiata de Sar ya muy cerca. Es el momento de regresar.

Hoy no es el momento de emerger del río como un fantasma ante los asombrados viandantes. No quiero perderme mi entrenamiento.
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Al comienzo del próximo milenio, el Espíritu al que se refiere Toro Sentado habrá triunfado, como todos los textos sagrados profetizan, desde el Apocalipsis a la Völuspa nórdica:

veo ahora la tierra de nuevo
alzarse toda verde otra vez de entre las olas
Caen las cataratas y vuela el águila
que apresa el pez entre los escollos (Völuspa, 59)

Tal vez las águilas moteadas sobrevuelen las ruinas de la Ciudad de la Cultura
y cacen los peces que ahora mueren envenenados en las aguas sucias del Sar.

Seguirán las torres de la Catedral “ollando as lontananzas” pero será un monumento en memoria de los dioses muertos, los dioses de la Guerra (para los amos) y de la Sumisión (para los siervos), que el Nuevo Espíritu habrá desterrado para siempre.

El Sar y el Sarela unidos en un parque natural único, bordearán la ciudad antigua convertida en museo, centro de peregrinación cultural de un país libre, la nosa Galiza, donde el concepto racionalista de Nación será solo un triste recuerdo del remoto pasado.

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